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¿Qué tal Víctor?

Ante todo, gracias por interesarse en el debate y participar. Ahora intentaré responder a sus cuestionamientos:

En primer término, destaco que no es mi ideología, yo solo la expongo pero no puedo arrogarme su autoría; es de Dios. Se puede leer en el génesis y en el evangelio, también en la Summa Teológica de Santo Tomas.

En cuanto al ejercicio del "derecho" que la mujer tiene a trabajar fuera del hogar, solo afirmé que no es ideal en el matrimonio; por supuesto que una mujer soltera bien puede y debe hacerlo. Evidentemente que existen circunstancias, aun dentro del matrimonio, en las que ella debe apoyar; y esas circunstancias se reducen al estado de necesidad. Dije y reitero que de forma "ideal", no es conveniente que ella trabaje fuera.

Ahora bien, tocante al punto de los efectos negativos por contravenir lo expuesto, evidentemente no le son imputables a esa causa, todos los efectos negativos, al menos de forma directa, aunque si guardan una grave relación indirecta. Y afirmo lo anterior sustentándome en el principio de que "la educación se mama", esto es, el mayor educador de nuestra vida es quien nos cría. Aquí cabe destacar el que la crianza de los hijos tiene mucha mayor valía e importancia, que el ejercicio de una profesión, o simplemente la generación de más dinero. En los casos en que ambos consortes trabajan, salvo honrosas excepciones, la crianza recae en gente pagada para efectuar esa labor; y de ellos, de estos mercenarios es de quienes los niños aprehenderán los principios y bases morales; no de sus padres.

El matrimonio no es solo para disfrutarse, ni es un estado de delicia; más que nada es una misión, y una misión celestial, con objetivos claros y definidos; Dios nos hace coparticipes de la creación continuada, permitiéndonos engendrar seres con alma eterna. En esta misión los consortes se sacrifican por el bien de su prole, el bien físico y ante todo el moral, pues sabedores de la inmortalidad del alma de sus vástagos, no escatiman esfuerzos para conducirlos hacia el bien.

El problema fundamental surge de la errónea creencia que los seres humanos modernos tenemos, de que “todo” recae bajo el arbitrio volitivo.
Nuestra voluntad nos ha sido dada para elegir entre dos bienes; no para elegir entre el bien y el mal. La voluntad es “libre” cuando se ejerce en el campo de las cosas permitidas, no en el campo de lo prohibido o de lo obligatorio.
Trataré de explicarme con un ejemplo jurídico: Una persona no es “libre” de hacer cosas ilegales, pues tendrá consecuencias. Tampoco es libre de NO hacer cosas obligatorias, como el pago de impuestos, pues en ambos casos, su acción u omisión, generará consecuencias. Es libre de hacer, o no, aquello que el derecho no le obliga ni le prohíbe pero sí le permite.

Usted puede decidir con quién casarse, pero no tiene derecho a decidir cuál es el fin primario del matrimonio; ese fin, nuestro Creador lo fijó en sus reglas. Y pasa lo mismo con los roles dentro del matrimonio, a nosotros los hombres nos corresponden unas cosas y a las mujeres, otras. Una creatura con dos cabezas es un monstruo. Una familia con dos cabezas irá en dos direcciones. El hombre es la cabeza; la mujer es el corazón, y ambos órganos son imprescindibles e insustituibles para la existencia de un matrimonio, para la subsistencia de una buena familia y la correcta crianza de la prole. (Ef. 5:22-23).

La separación de roles es explicada en la Sagrada Biblia, en el libro del “Génesis”. La mujer complementa al hombre en lo que a este le falta y el varón a la mujer en lo que ella carece. Somos diferentes y complementarios, por tanto nos necesitamos. Además en el mismo libro Sagrado, se explican las obligaciones de una y otro.

Tampoco se trata de ver quien de entre ambos vale más; si se habla de valor, la mujer es de mayor valía pues su alma es más sublime, sus sentimientos más profundos y sus aspiraciones más nobles. Se trata de roles y no son los mismos; hasta nuestros cuerpos nos expresan esto.

Dios, nuestro Padre y Creador, él que nos diseñó, tiene todo el conocimiento, el derecho y el poder para marcar las obligaciones de cada una de sus creaturas, y nosotros somos absolutamente incapaces de modificar esas obligaciones. No somos “libres” de cambiar las reglas. Y todos los abusos, todas las transgresiones a la ley de divina, tienen graves consecuencias, individuales y sociales.

Cambiando el punto, respecto a mi profesión; soy abogado con maestrías en derecho familiar y en constitucional.

En cuanto a la fama que guarda mi Patria, a Dios gracias la realidad no corresponde a esos supuestos. No hay guerrilleros ni terroristas, ni la corrupción es del nivel que se publica; por lo demás, tenemos problemas pero intentamos superarlos y estamos bajo el resguardo de nuestra Madre Santa María de Guadalupe.

Espero que un hermano de mi Patria mayor, España, tenga el buen tino de coincidir, al menos parcialmente, con lo expuesto.

18.06.14

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