En Honor a las Buenas Mujeres y al Verdadero Matrimonio (2)
Si tienes a tu lado a una buena mujer, tradicional; tienes que sentirte agradecido con Dios y con la vida. (Segunda Parte)
EL PRINCIPIO PASIVO (FEMENINO)
El principio pasivo es el principio de la tierra. La tierra recibe la luz del sol, el agua y la semilla que produce la vida. Una mujer recibe el amor del hombre y su semilla; y ejecuta el milagro de dar a luz a otros seres humanos, seres dotados de inteligencia y voluntad, y lo más importante, dotados de un alma inmortal.
Una mujer saludable y enamorada, desea recrear a su esposo en sus hijos; cuidar y criar a los pequeños es la esencia de la psicología femenina. La negación de esto revela el deseo intrínseco de las perversiones ideológicas modernas que intentan invalidar a la naturaleza y controlar toda la vida humana. Homosexualidad, aborto y divorcio, no son sino efectos de todos esos principios torcidos y endemoniados, que por desgracia están inoculados en las mentes modernas.
Pero la verdad subsiste a pesar de todo, pues es Dios, el Creador, quien ha fijado el objetivo de nuestras vidas en nuestros corazones, y ninguna desviación ideológica lograra erradicar nuestra esencia. Por eso hay tanta infelicidad, tanta hambre de sexo mecánico, vacío; porque los corazones huecos no se sienten satisfechos con la mera carnalidad.
Ser una esposa y una madre es lo que hace a la mujer tener los pies en la tierra, ella necesita intensamente ser solicitada por su esposo e hijos. Estos roles son pasivos por naturaleza; envuelven un gran proceso de adaptación y de auto-sacrificio. Una esposa y madre debe ser apreciada y alabada por su invalorable contribución a la familia.
El hombre jamás debe abusar de su fuerza o carácter, pues Dios lo dotó de estas capacidades, para proteger a su dama y a sus hijos, nunca para atacarlos y humillarlos. San Pablo habla de este punto y dice que el hombre debe amar a su esposa como nuestro Señor Jesucristo ha amado a su Iglesia, “hasta dar su vida por ella” (Ef. 5-25).
Una mujer no va a ser amada permanentemente por su apariencia física, la cual es transitoria; el amor no funciona así. Amamos a las personas que se sacrifican por nosotros. Pero desgraciadamente la mujer moderna no percibe la esencia del amor verdadero y consecuentemente se desgasta en conservar su apariencia bella hasta donde le es posible; incluso sacrifica no solo dinero, tiempo y energía, sino hasta a su propia familia, pues teme engendrar muchos hijos y con ello perder su belleza.
Los hombres también debemos sacrificarnos por sostener a nuestras familias proveyéndolas, no únicamente de cosas materiales, sino también de liderazgo, buen ejemplo y amor. La felicidad solo se puede encontrar en el amor verdadero, que es entrega del alma, nunca en la satisfacción egoísta. El amor es auto-sacrificio. Los seres humanos fuimos diseñados para velar los unos por los otros.
En contraste con lo expuesto, la ideología en boga, ve la "libertad" como auto-complacencia; esta falacia amenaza al matrimonio permanente. Solo hay que ver el sufrimiento de las personas que son víctimas de un divorcio: hijos, cónyuge abusado, etc., cuando uno observa el dolor que generan esos rompimientos “civilizados”, se da perfecta cuenta de que no fuimos hechos sino para una relación amorosa vitalicia. La fórmula del matrimonio es de origen divino y ha funcionado por milenios y aún funciona si es debidamente utilizada. Ningún humano esta por encima de Dios, nuestro Creador; por ello, es absurdo creer que nosotros podemos enseñarle a Dios un método mejor para vivir. Lo mejor para las relaciones amorosas, es la familia vitalicia. Así lo dispuso Dios y así es y será siempre.
Si tienes a tu lado a una buena mujer, tradicional; tienes que sentirte agradecido con Dios y con la vida. (Segunda Parte)
<br><br><br>EL PRINCIPIO PASIVO (FEMENINO)
<br><br>El principio pasivo es el principio de la tierra. La tierra recibe la luz del sol, el agua y la semilla que produce la vida. Una mujer recibe el amor del hombre y su semilla; y ejecuta el milagro de dar a luz a otros seres humanos, seres dotados de inteligencia y voluntad, y lo más importante, dotados de un alma inmortal.
<br><br>Una mujer saludable y enamorada, desea recrear a su esposo en sus hijos; cuidar y criar a los pequeños es la esencia de la psicología femenina. La negación de esto revela el deseo intrínseco de las perversiones ideológicas modernas que intentan invalidar a la naturaleza y controlar toda la vida humana. Homosexualidad, aborto y divorcio, no son sino efectos de todos esos principios torcidos y endemoniados, que por desgracia están inoculados en las mentes modernas.
<br><br>Pero la verdad subsiste a pesar de todo, pues es Dios, el Creador, quien ha fijado el objetivo de nuestras vidas en nuestros corazones, y ninguna desviación ideológica lograra erradicar nuestra esencia. Por eso hay tanta infelicidad, tanta hambre de sexo mecánico, vacío; porque los corazones huecos no se sienten satisfechos con la mera carnalidad.
<br><br>Ser una esposa y una madre es lo que hace a la mujer tener los pies en la tierra, ella necesita intensamente ser solicitada por su esposo e hijos. Estos roles son pasivos por naturaleza; envuelven un gran proceso de adaptación y de auto-sacrificio. Una esposa y madre debe ser apreciada y alabada por su invalorable contribución a la familia.
<br><br>El hombre jamás debe abusar de su fuerza o carácter, pues Dios lo dotó de estas capacidades, para proteger a su dama y a sus hijos, nunca para atacarlos y humillarlos. San Pablo habla de este punto y dice que el hombre debe amar a su esposa como nuestro Señor Jesucristo ha amado a su Iglesia, “hasta dar su vida por ella” (Ef. 5-25).
<br><br>Una mujer no va a ser amada permanentemente por su apariencia física, la cual es transitoria; el amor no funciona así. Amamos a las personas que se sacrifican por nosotros. Pero desgraciadamente la mujer moderna no percibe la esencia del amor verdadero y consecuentemente se desgasta en conservar su apariencia bella hasta donde le es posible; incluso sacrifica no solo dinero, tiempo y energía, sino hasta a su propia familia, pues teme engendrar muchos hijos y con ello perder su belleza.
<br><br>Los hombres también debemos sacrificarnos por sostener a nuestras familias proveyéndolas, no únicamente de cosas materiales, sino también de liderazgo, buen ejemplo y amor. La felicidad solo se puede encontrar en el amor verdadero, que es entrega del alma, nunca en la satisfacción egoísta. El amor es auto-sacrificio. Los seres humanos fuimos diseñados para velar los unos por los otros.
<br><br>En contraste con lo expuesto, la ideología en boga, ve la "libertad" como auto-complacencia; esta falacia amenaza al matrimonio permanente. Solo hay que ver el sufrimiento de las personas que son víctimas de un divorcio: hijos, cónyuge abusado, etc., cuando uno observa el dolor que generan esos rompimientos “civilizados”, se da perfecta cuenta de que no fuimos hechos sino para una relación amorosa vitalicia. La fórmula del matrimonio es de origen divino y ha funcionado por milenios y aún funciona si es debidamente utilizada. Ningún humano esta por encima de Dios, nuestro Creador; por ello, es absurdo creer que nosotros podemos enseñarle a Dios un método mejor para vivir. Lo mejor para las relaciones amorosas, es la familia vitalicia. Así lo dispuso Dios y así es y será siempre.
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